Me voy a permitir una petulancia fruto mi ancha y ámplia edad. La acción de estas muchachas me ha recordado un libro que leí cuando leia todo lo que me caía en las manos; ahora se me caen las cosas a los pies.
Se trata de la tragedia griega de Edipo: "Las suplicantes". En la portada del libro hay unas muchachas que tambien enseñan los pechos.
Las suplicantes, eran las Danaides, hijas de Dánao, que llagaron a Grecia desde Egipto para escapar de sus primos, los hijos de Egipto, que a su vez, en estos enredos de la mitología griega, eran hijos de Zeus a Ío. Las suplicantes querían defender el derecho de las mujeres a su cuerpo, y su oposición a la violencia masculina. Las Danaides eran cincuenta, que formaban un coro en la tragedia de Edipo y suplican a Zeus, sobre todo, esa defensa de su derecho al cuerpo. Interviene después Pelasgo, rey, quién decide consultar al pueblo sobre la petición de las suplicantes trágicas, y a la vista que desde la colina donde están los altares de los dioses , advierten la llegada de un barco, donde viajan el coro de los egipcios. Pelasgo oye al pueblo que le piden atienda la petición de las suplicantes y las conduce, libres a la ciudad. En la trama interviene el coro de los egipcios para pedir el derecho al amor, como parte fundamental de su petición.Pero Pelasgo atiende a las suplicantes que consiguen su triunfo del derecho al cuerpo por encima del amor. Pero luego en el juego mitológico, las suplicantes se casan y en la noche de boda forzada, las Donaides matan a los egipcios.
Un lio de tragedia griega, que hace pensar que nada nuevo se ha inventado en los escenarios y en la literatura trágica, bajo el sol , desde los siglos brillantes de la cultura helénica. Todos los personajes dramáticos de la literatura mundial asientan sus raices en las tragedias griegas. Desde Shakespeare hasta nuestro Lorca en las "bodas de sangre" han seguido la estela literaria y lírica de Esquilo, Sofocles y Euripides.
Una última reflexión de Esquilo en relacion con las suplicantes: No está bien al debil obrar con osadía.
Las suplicantes españolas acabaron en un Juzgado. El Juez decidido libertarlas por el principio de las Donaides, del derecho a su cuerpo; aunque creo que actuo mas como el rey Pelasgo, por amor.
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